y enfatizar la función sacerdotal, clerical. Se suele definir a la religión como la
relación del hombre con Dios, pues bien, ni Dios ni el hombre necesitan cultos
litúrgicos para relacionarse. El Evangelio presenta abundantes enseñanzas de
Jesús indicando que Dios quiere otro tipo de relación con el hombre, una
relación que pasa precisamente por la relación de los humanos entre sí:
…“m
isericordia quiero y no sacrificios
”
…, …”
deja la ofrenda sobre el altar y
ve a reconciliarte pri
m
ero con tu her
m
ano
”…, …”
deja que los
m
uertos en-
tierren a los
m
uertos y tú ven a luchar por el
R
eino de
D
ios
”
…, …
”
se puede orar
a
D
ios en cualquier lugar haciéndolo en espíritu y verdad
”
…,
…”
se hizo el sá-
bado para el hombre y no el hombre para el sábado”
…
Jesús valoraba más
positivamente la acción caritativa del buen samaritano que el celo cultual del
sacerdote y levita que acudían al
T
e
m
plo. Seguramente se podrían mostrar más
ejemplos de esto. El tipo de religiosidad que Jesús promocionaba no es el que
se está concretando en el culto religioso cristiano. Jesús instituyó la Eucaristía
pero no le dio el carácter cultual, litúrgico, ritual… que está teniendo en las
nuestras misas. Hay que tener mucha imaginación para ver alguna relación o
parecido entre la misa y la Cena del Señor. No es sólo que haya perdido el
carácter y forma de ágape que inicialmente tenía esta celebración, es que
además perdió también la función o finalidad para la que fue concebida.
Cuando Jesús pedía a sus seguidores hacer aquello muchas veces en recuerdo
suyo estaba instituyendo un marco de celebración comunitaria que sirviera
para recordar su mensaje, su enseñanza, su proyecto, la tarea a la que convoca
a sus seguidores, pues cuando se pide seguimiento es para hacer algo. Pues
bien, ese algo para lo que Jesús convoca o moviliza a sus seguidores está
siendo aparcado en la Iglesia desde hace muchos siglos, y se están utilizando
las misas y el culto en general para fomentar ese alejamiento de los fieles de la
tarea para la que Jesús nos convoca.
T
odos sabe
m
os que la enseñanza eclesial que se i
m
parte en la ho
m
ilías
,
donde por
lo de
m
ás interviene sólo el clérigo celebrante
,
insisten en presentar co
m
o obje-
tivo del culto y de la acción eclesial en su conjunto una serie de prácticas reli-
giosas, devociones, sacramentos… que tienen por finalidad una santificación
de las personas de cara a su salvación eterna, un tema del que Jesús, por
cierto, habló muy poco, pero pasan bastante por alto la principal llamada de
Jesús a actuar en el mundo para implantar en él un Reino de Dios que supere
lo negativo de las sociedades humanas: la injusticia, la explotación, el
egoísmo, la falta de libertad, igualdad y fraternidad. Es de temer que la Iglesia
que salga del Sínodo siga confortablemente instalada en los reinos de este
mundo. Pienso que nuestras aportaciones al debate sinodal deberían insistir en
la necesidad de implicarnos en la realización del proyecto de Jesús.